sábado, 25 de abril de 2015

Cambiando Círculos.

Existe un momento indefectible, o tal vez un conjunto de momentos como fuerza sumatoria, que empujan al ser humano al cambio de círculos. 
Son momentos que se suceden en periodos determinados de nuestra vida, y que como todo lo que sucede, simplemente conllevan a la evolución, en su estado positivo, y al crecimiento. 
El cambio no es malo, siempre y cuando no sea muy repetitivo y no vaya acompañado de un previo razonamiento al respecto.


Somos seres en movimiento, alimentados por el movimiento y en constante evolución, o en algunos casos retroceso. Pero básicamente necesitamos cambiar. Cambiamos de opinión, cambiamos de gustos, cambiamos de rutina, cambiamos prioridades. Nos ordenamos, nos desestructuramos. Nos organizamos, nos desorganizamos. Si bien el universo tiende a la entropía, considero que los seres humanos, por lo menos una minoría, buscamos crecer y mejorar.



Por cierto, ¿Qué son las relaciones interpersonales? Todas y cada una de ellas se basan en un intercambio de información, de sentimientos, de ayuda, ya sea mutua o de una de las partes. Se comparten conocimientos y situaciones. Y por sobre todo, se invierte tiempo. Ya sea bien o mal invertido, es un bien irrecuperable. Es el motivo por el cual es tan importante seleccionar correctamente con quienes invertimos el tiempo.



A veces tenemos grupos con los que crecemos, con los que sentimos familiaridad muchos años. Pero lo usual es que la familiaridad se comparta con un selecto y pequeño grupo a lo largo de la vida. Es bendecido quien consigue un par de amigos que estén en todo momento y con quien uno se sienta parte todo el tiempo. Lo natural y más usual es que compartamos tiempo determinado con personas, y que estas así como vinieron se vuelvan a ir. No porque sean malas, y tampoco porque seamos malos, sino simplemente porque cada uno tomo un camino diferente y , por ejemplo, no hay temas en común, o las prioridades ya no son las mismas.

Un cambio de prioridades también genera un cambio en la familiaridad con las personas, lo cual en absoluto es malo, simplemente es una realidad que sucede, y que a muchos les dificulta. No nos gustan los cambios, somos seres de costumbres, sumergidos al cambio al que muchas veces somos reticentes. Pero está ahí, y es necesario.


Me encontré muchas veces en situaciones en las que traté de adecuarme al entorno para poder seguir creando vínculos con personas que en el pasado fueron parte de mi mayor afinidad. El único resultado fue frustración. No podemos ser lo que éramos porque simplemente no somos las mismas personas. La esencia continua, pero no así los gustos, prioridades ni temas de conversación. Y pasa lo mismo del otro lado. Y es natural. El punto radica en que debemos ser lo suficientemente maduros como para dejar ir y cambiar de círculo. Ser agradecidos con el tiempo invertido y con lo valioso de la relación, pero continuar en la evolución. La vida no se detiene a esperarnos.



A veces el temor a la soledad nos lleva a querer formar parte, a querer encajar en cosas que pertenecen a nuestro pasado. Hermosas, pero inadecuadas al presente, a veces de modo transitorio, a veces permanente. El punto no es ese, sino el de ser lo suficientemente sabios como para no forzar la situación y no herir susceptibilidades.



Siempre tenemos que estar disponibles para los demás, ayudar al prójimo tiene que ser nuestra prioridad; pero, seleccionar de modo efectivo el tiempo invertido y las personas a las que permitimos que influyan en nuestra vida es una orden de gran importancia.

Dejar ir no es malo, partiendo desde esa base, solo dejando ir damos lugar a cosas nuevas. Abrir nuestra mente y corazón y permitirnos conocer nuevas cosas, y crecer.




Cuando ocurre el desfase en el camino de ambas personas, es decir nos encontramos en etapas diferentes, o con prioridades distintas, es totalmente natural que ambas busquen a otras personas con las que se sientan en afinidad, y no por eso el cariño deja de existir ni las personas dejan de querer ayudarse, pero deben, ambas, permitirse el distanciamiento, como dicho anteriormente, puede que solo sea una etapa, pero el dejarse ir constituye otro modo de crecer.

Y solo permitiéndonos crecer salimos adelante…